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24/12/13 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

"Entonces la Navidad" por Freddy Ginebra.


Estoy en casa de mi mamá, su mano entre las mías. Su sonrisa llena toda la habitación, y sorprendentemente no necesitamos palabras para comunicarnos.
La siento tan presente y tan dulce su mirada que mi corazón se llena de gozo.

Su habitación está inundada de luz pero no molesta, por la ventana entra una brisa fresca que mueve ligeramente las cortinas, ella sentada en su cama como siempre habla de la falta que le hago, en un momento se pinta los labios en un gesto de coquetería que conozco muy bien y luego se mira al espejo discretamente.

Siento la tarde y por el balcón se cuelan algunos sonidos de los carros que pasan cerca y una que otra conversación ininteligible.

En la pared mi foto, aquella blanco y negro que un amigo me tomara hace tantos años donde mi barba lucía totalmente negra y aún portaba los espejuelos de concha.

El tiempo se ha detenido y por unos momentos sentimos la eternidad y no nos importa. Sobre su tocador algunos de los perfumes que en cada viaje compro y traigo de regalo. A ella le gustan los más discretos, no fragancias fuertes sino aquellas apenas perceptibles, olor a limpio dice, que no molesten a nadie.

La conversación versa sobre lo de siempre, los nietos, la vida, y su deseo tremendo de que cuando llegue la Navidad la lleve a recorrer las calles de la ciudad y contemplar las lucecitas que adornan las vitrinas y algunos edificios.

Esas lucecitas, me comenta, son para ella la verdadera Navidad, la premonición del nacimiento del niño Dios y, “¿sabes mi hijo?, me dice cuando paseamos por las avenidas, no sé por qué este sencillo paseo me hace tan feliz que ya tu compañía, tu conversación, el sentirte cerca se convierte en una fiesta, no necesito más”.

Paseamos siempre por las mismas calles y parece no darse cuenta, o se hace la que no se da cuenta, lo importante es mi cercanía, el escuchar mi voz conversando de cualquier tema, haciéndole sentir menos la soledad, vencer el desafío de los años. Algunas veces me habla sin pausas, como queriendo compartir todos sus secretos, otras guarda silencio y yo lo respeto y en silencio, sagrado silencio, atravesamos la ciudad de Santo Domingo yendo a ninguna parte y a todas.

–Freddy, la Navidad son ustedes –me dice– cada vez que mis hijos me visitan es Navidad.

Y no la entiendo, pienso que son cosas de su edad, de sus ochenta y ocho años, de su estar tanto tiempo confinada a una habitación, a una casa, pero hoy que la Navidad está tan cerca, que las lucecitas han comenzado a inundar mi ciudad, me despierto entendiéndolo todo, repensando cada una de sus palabras y evocándola con todas mis fuerzas, y en el silencio que llevo dentro desde su partida he comprendido que la Navidad es y será siempre aquellos que amamos hoy, aquellos que ya no están presentes físicamente y que evocamos permanentemente.

Cuando el amor no muere, entonces cualquier día es Navidad…

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