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6/2/13 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Absurdo feminismo.



Por Regina del Rio - El Caribe
Lo primero que aprende uno cuando estudia economía es que la gente responde a “incentivos”. Hacemos o dejamos de hacer cosas dependiendo de lo que ganemos o perdamos a cambio. Todo lo demás es irrelevante. ¡Así de simple!
Cuando la mayoría de las mujeres no trabajaba, los hombres tenían asumido su rol de proveedores. No les quedaba más remedio. Traían el dinero a casa, pagaban facturas, archivaban papeles y decidían lo que se iba ahorrar. Mientras, las mujeres se ocupaban de ser amas de casa, madres y esposas.

De repente se le ocurre a un grupo de ellas que había que “liberarse”. Que tenían que integrarse al mundo laboral en iguales condiciones que los hombres.
Las feministas exigieron que las mujeres pudiesen votar y reclamaron autonomía e igualdad. ¡Y vaya que lo lograron! Arrancaron a prepararse y a competir con los hombres, sobrepasándolos, incluso, en muchos casos... Hasta dirigen países y todo.

El problema es que tan fabuloso movimiento subestimó “el principio de los incentivos” que tanto nos recalcan a los economistas.

Y como la naturaleza humana es lo que es, los hombres comenzaron a comportarse en consecuencia.

“Si ellas resuelven, mejor pa’ nosotros. Menos lucha. Que paguen esto y aquello. Pero yo ni plancho ni llevo muchachos a cumpleaños”.

Como consecuencia, las mujeres liberadas y autosuficientes de hoy están extenuadas, ocupándose de luchar como hombres sin descuidar su hogar y su vanidad. El feminismo subestimó además la esencia de la mayoría de las mujeres. Estudios indican que no están tan interesadas en ser la “gran profesional” y prefieren sacrificar salario y horas extras, para poder dedicar tiempo de calidad a hijos y marido.

Ahora bien, ¿volver a la época en que ni votaban ni sabían lo que era una factura? Imposible retroceder.

Pero al menos reconocer sinceramente que se exageró bastante y desmentir un poco la falacia que tanto se repite de que no necesitan ayuda, de que son iguales a los hombres, y de que están discriminadas.

En el fondo, la gran mayoría de ellas añora al protector de antaño. Y caerían rendidas ante quien les diga: “No te preocupes por nada, que yo resuelvo”.

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