0
29/5/11 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

"MADRES ESPECIALES"

POR SUS HIJOS

Madres especiales
LA MATERNIDAD ES UN DON, UN LLAMADO PARA AMAR Y CUIDAR A OTRO SER HUMANO QUE EN MUCHAS OCASIONES PUEDE QUE NO SEA COMO SE ESPERA, PERO TERMINA GANÁNDOSE EL CARIÑO Y LA ADMIRACIÓN.
Li Misol
li.misol@listindiario.com
Santo Domingo

“Lo que siento por Maury es un amor que no se puede explicar, no la quiero más que a Angélica, mi hija mayor, pero sí la quiero de manera diferente porque sé que me va a necesitar siempre, ella va a ser mi bebé toda la vida”.
Son las palabras de Alicia Victoriano, madre de Maury García, una niña de un año y ocho meses que nació con síndrome de Down.
El compromiso con el bienestar y el pleno desarrollo de su hija envuelve la vida de la joven madre, quien labora como corredora de seguros.
Al hablar de ella, sus amistades sólo dicen una cosa, que se desvive por salir del trabajo para correr a su casa, en la urbanización Primaveral, en Villa Mella, para atender a la pequeña Maury.

Entrega

¿Qué es la maternidad? ¿Instinto, vocación, deber, responsabilidad? Para muchas mujeres ser madre se traduce en una palabra: entrega. Es un don, un llamado para amar y cuidar a otro ser humano que, aunque en muchas ocasiones puede que no sea como se espera, logra ganarse el amor y hasta la admiración de su madre.
Lea Geraldo no esperaba a Moisés, su hijo de 4 años, con parálisis cerebral infantil, pero tenerlo la ha hecho una mejor persona. Además de amarlo y considerarlo su ángel, Lea admira a Moisés: “La primera vez que lo vi en la incubadora luchando por vivir, tenía tanta dignidad que aprendí a no quejarme por cosas sin sentido”.

(+)
FORTALEZA ANTE LAS ADVERSIDADES
LOGRO Y AÑORANZA:

También con parálisis cerebral vive Gisselle, de 21 años, y quizá por amor a ella su madre María Estévez fue capaz de batallar contra el cáncer de seno: “Siempre tuve fortaleza, nunca me entristecí, me mantuve positiva y le pedía a Dios que me dejara vivir por mi hija”.
Otro caso de constancia y de entrega es Kenia Rodríguez, la madre de Kyara, una pequeña de un año que padece hidrocefalia. Tiene el único y ferviente deseo de reunir el dinero que necesita para operar a su hija por sexta vez a pesar de las precarias condiciones económicas en que viven. Para Kenia, su hija “es una niña especial porque me ha enseñado a ser humilde y he aprendido a tener mayor fe en Dios. Siento que ella ha hecho más por mí de lo que yo he hecho por ella, me ha cambiado”.
La responsabilidad de una madre con un hijo o hija en condiciones especiales crece, y con ella crece el sentimiento. Bien lo dijo el escritor cubano José Martí: “Sólo hay un niño hermoso en este mundo, y cada madre lo tiene”. Las circunstancias son marginales.

Un amor a toda prueba
Cuatro madres especiales, cuatro mujeres de temple y de ternura, cuatro nombres en representación de millones: Lea, María, Alicia y Kenia. Sus hijos e hijas, felices, sonrientes y amados cuentan la historia de su éxito en la labor más noble de todas: la maternidad responsable.
Hoy, Día de las Madres para República Dominicana, es la ocasión propicia para que sus testimonios aviven la esperanza y refuercen los vínculos: los hijos no se eligen, ellos sólo llegan a este mundo y esperan apoyo y amor. A cambio, las mujeres que tienen la dicha de ser sus madres logran una promesa de profunda transformación.
El camino que se abre ante los ojos de una madre a partir del nacimiento de un hijo con condiciones especiales puede parecer difícil, pero estas historias demuestran que el amor supera los obstáculos y trae innumerables momentos de alegría... pero dejemos que sean ellas quienes lo cuenten.

Gisselle.
“Siento por mi hija un amor muy especial”
Como cualquier chica de 21 años, Gisselle adora las telenovelas y según cuenta su madre María Estévez, es capaz de pasarse el día entero viéndolas. “Le encantan los galanes”, detalla la progenitora sobre el pasatiempo de su hija y añade que la adolescente también ha pedido que le compren una computadora.
A Gisselle, quien vive con parálisis cerebral infantil (PCI), también le encanta la música.
Aunque tiene otros dos hijos mayores, María Estévez siente por Gisselle, la menor y la única especial, “mucho amor, ella ha absorbido toda mi vida”, dice la mujer, quien nunca ejerció la licenciatura en Química porque era preciso llevar y traer a Gisselle de Rehabilitación.
Cuando la hija creció, la madre pudo por fin buscar un empleo y su padre, César Pérez, asumió más activamente la labor de cuidarla.
Después del nacimiento de su hija menor, María y César buscaron en el extranjero la razón de su compleja y desalentadora condición, pero aunque invirtieron mucho dinero no obtuvieron la causa de la enfermedad de su hija. Decidieron olvidar las razones y simplemente amarla e integrarla a la vida familiar, también le ayudaron a ganar cierta autonomía: Gisselle puede usar una de sus manos y sabe unas 4 o 5 palabras, aunque esto es innecesario porque su sonrisa siempre lo dice todo.

Moises.
“Moisés me enseñó a ser mejor persona”
Cuando Moisés toca el piano, Lea Geraldo, su madre, hace una fiesta: “Aquí está el que superó a Di Blasio”, dice la mejor espectadora del artista, quien posa sus deditos con gracia en el piano plástico de juguete y sonríe emocionado.
Moisés tiene cuatro años y nació con parálisis cerebral infantil (PCI).
Aunque a sus vecinos les moleste la bulla, Lea le canta, se tira al piso, le aplaude: “Me convierto en una niña de 2 años para verlo feliz”, dice.
Lo mira con amor mientras lo viste, lo coloca en la silla de ruedas, le da su medicamento o su terapia porque según confiesa, tener a Moisés “me cambió la vida, me dio templanza y paciencia”.
“Verlo salir de una crisis con tanta dignidad y ser capaz de sonreír me ha enseñado a no quejarme tanto”, dice.
El añorado segundo embarazo de Lea terminó en parto inducido prematuramente por la carencia de líquido amniótico. Moisés, de apenas 3 libras, la esperaba en la incubadora, “cabía en un espacio poco más grande que mi mano”. A los cinco meses se supo el diagnóstico: parálisis cerebral y epilepsia.
Lea confiesa que fue difícil lidiar con el sentimiento de culpa y los comentarios de la gente, pero por suerte ha recibido mucha ayuda.

Maury.
“No es el fin de la vida, sólo es el inicio del amor”
Cuando Angélica, su hermanita de 6 años se tapa la cara y después se la destapa para decir “bú”, Maury, de 1 año y 8 meses, no puede aguantar la risa. La pequeñita es la alegría de la casa, y en especial de su madre, Alicia Victoriano, a quien todavía le sobran algunas lágrimas al recordar lo difícil de sus primeros días de vida, cuando esperaba dos terribles diagnósticos: uno de síndrome de Down, y otro de leucemia congénita.
“Cuando nació oí decir a la pediatra que parecía un Down, pero me preocupó más cuando supe que había nacido con bajo peso, la piel quemada y el cordón calcificado; me asusté”, narra. A la recién nacida hubo que hacerle además una transfusión de sangre y una aspiración de médula por sospechas de leucemia congénita.
Según la madre, en ese punto lo menos importante era el cariotipo. La prueba de leucemia dio negativa pero el síndrome de Down fue confirmado: “No me importaba, sólo quería que estuviera sana”. Hoy Maury no sólo está sana sino que es la alegría de la casa, el motivo de la unión de la familia. Con su llegada, Alicia aprendió que “aunque a veces crees que hay cosas que no te pueden pasar, Dios te muestra que no es el fin de tu vida, sino el comienzo”.


Kiara.
La madre de una princesa
Kyara o “Kyarita”, como la llaman todos, es simpática y risueña pero también selectiva. No se ríe con cualquiera, sino que sabe reconocer las voces amigas. Su mamá, Kenia Rodríguez, le pone los vestidos más lindos y la llama “mi princesa”.
La pequeña, que hoy tiene casi dos años, nació a los 5 meses de gestación y luego de sufrir 18 crisis en incubadora desarrolló hidrocefalia.
Desde entonces la vida de su madre cambió.
“Yo trabajaba como profesora pero ahora sólo mi esposo trabaja y yo me quedo con ella en casa”, dice la madre. Con la esperanza de ganar algo más, Kenia puso una sala de tareas y vende papel de baño y helados, pero la familia residente en Los Alcarrizos, no tiene los recursos para afrontar las operaciones y tratamientos de su hija.
Luego de que un neurólogo diagnosticara la hidrocefalia, la noticia fue devastadora, pero como creyente que es, Kenia no ha desmayado y cree en que hay una esperanza.
La pequeña se encuentra a la espera de su sexta cirugía, pero no hay recursos para realizarla.
“Estamos vendiendo bonos para recaudar fondos y operarla, pero todo es caro, hay que implantarle una válvula que cuesta 19 mil pesos, sin contar lo que cuestan los estudios, y la cirugía”, afirma su madre.
Kenia dice haber cambiado con el nacimiento de su segunda hija: “Kyara me ha enseñado que soy una persona especial porque Dios me escogió para atenderla”.
Si puede ayudarla, llame a Kenia al 829-423-9364.

Copyright Reserved ¡Qué Noche! con Pastrano 2010.
Design by: Bingo | Blogger Templates by Blogger Template Place | supported by One-4-All