El país perdió a un poeta ilustre. En paz descanse don Mariano Lebrón Saviñón.

Editorial Listín Diario de ayer domingo 19 de octubre.

Acaba de fallecer don Mariano Lebrón Saviñón a los 92 años de edad. A partir de anoche, su cadáver se encuentra expuesto en la Funeraria Blandido, a la cual han asistido en masa la comunidad de poetas, escritores y figuras públicas a darle el último adiós.

Un paro respiratorio apagó al último sobreviviente del episodio poético conocido como “Los triálogos”, evento que marcó una nueva etapa de la poesía dominicana. Don Mariano, junto a Domingo Moreno Jimenes y el chileno Alberto Baeza Flores encendieron una noche de Santo Domingo con encendidas improvisaciones líricas, bajo el clamor de un numeroso público.

Médico de profesión, pediatra en ejercicio y escritor de práctica constante, don Mariano fue un hombre de su tiempo.

Vivió consagrado a la poesía, pero no en el sentido bohemio de la palabra.

Concibió la creación como un arte mayor, y le dedicó los mejores años de su vida.

Durante muchos años fue director de la Academia Dominicana de la Lengua y representó a la República Dominicana en los más altos foros ibéricos.

Ha sido el único dominicano en pronunciar un discurso en la ceremonia de otorgamiento del premio Príncipe de Asturias, escogido por el príncipe Felipe de Borbón en reconocimiento a los conocimientos que de la cultura universal era poseedor.

Creó una familia ejemplar, que vivió a su lado los buenos y malos momentos, y que desde que se supo el deterioro de su estado de salud, se dedicó a alargar su vida, ofreciéndole todo tipo de apoyo emocional y material.

Don Mariano fue un hombre bueno. Nunca hizo mal a nadie y deja como herencia una obra literaria de trascendencia que partiendo del neoromanticismo inaugura uno de los capítulos más importantes en la historia de la cultura nacional: ser uno de los fundadores de la generación conocida como “La Poesía Sorprendida”.

La República Dominicana está de luto al igual que la poesía dominicana. Seguir su ejemplo de sencillez, modestia, estudio y consagración a las artes es uno de los retos que deberá enfrentar la nueva generación de escritores dominicanos.

Paz a sus restos.