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23/9/14 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Merengue “Llena el morrito” segundo contexto lejano (1961-1965).

El país es una inmensa piscina donde todos nataguean en busca de la acumulación de riquezas desde el Estado y luchan por sobrevivir a costa de lo que sea...”
-"QN: Esta es la continuación del artículo "El Morrito y El Funcionario Dos merengues en contra del clientelismo y el patrimonialismo" de Diógenes Céspedes.  Hasta ahora ha publicado 4 artículos siguiendo con el tema y anuncia continuará.  Pondremos los otros dos en breve."

 “Llena el morrito” segundo contexto lejano (1961-1965)

Por DIÓGENES CÉSPEDES - hoy.com.do
dcespedes[@]claro.net.do


Las letras del merengue “Llena el morrito” fueron escritas por Emilio A. Morel y musicalizadas por Julio Alberto Hernández para el contexto político de 1926, es decir, cuando la ideología del “sentido de la historia” no presagiaba, para nada, la caída de Horacio Vásquez, sino todo lo contrario, su irresistible ascensión hacia la continuidad del poder en 1928 y 1930, pues ya había capeado todos los temporales, desgarramientos y huidas producidas por la oposición a la Convención de 1907 y al préstamo con el gobierno norteamericano.

La bonanza azucarera luego de la Primera Guerra Mundial había declinado para 1922-25. La “danza de los millones” era un recuerdo nostálgico que no auguraba todavía el “crack” de la Bolsa de Nueva York en 1929, pero los signos ominosos de corrupción rampante, intolerancia política y exclusión de amplios sectores de la clase media y sus intelectuales comenzaron a experimentarse en carne viva con el país económicamente paralizado y cuya bonanza solo arropaba al clan gobernante. Un aparente y entusiasta apoyo mayoritario velaba, como a Trujillo en 1960 y al PLD de 1996 a 2014, la realidad de la situación. Este velo impedía otear, a quienes estaban en la cúpula del poder, la tormenta que se divisaba en el horizonte. Los cataclismos sociales se asemejan a los terremotos grandes: antes de estallar con fuerza avasalladora y llevarse toda la escoria que encuentran a su paso, expanden una onda subterránea que solo atinan a descifrar quienes tienen los oídos atentos a los quejidos del sistema social.

Los intelectuales y periodistas que combatieron sañudamente a Vásquez descifraron el rumor sordo y se montaron en la cresta de la ola social de Trujillo. El merengue “Llena el morrito”, re-enunciado de boca en boca durante el segundo contexto político que va de 1961 a 1965, permitió a quienes supieron auscultar lo que se aproximaba, subirse a la cresta de la ola y navegar precariamente en la burocracia balaguerista que pugnaba, sin éxito, por continuar el trujillismo; montarse en el transitorio Consejo de Estado presidido por Bonnelly y que formado por la clase oligárquica fue momentáneamente desplazado por la victoria de Juan Bosch, aunque supo aguardar su turno y emprendió una lucha sin cuartel hasta desplazarle del poder mediante un golpe de Estado cuyo resultado fue la instalación de una dictadura totalitaria dirigida por el Triunvirato que continuó la política de aquel gobierno de los cívicos.

En el período 1961-65, de lucha en contra de los remanentes del trujillismo, el merengue “Llena el morrito” machacó continuamente en la radio la ideología y la propaganda en contra de lo que pregonaban los políticos que vieron en Balaguer su tabla de salvación, en el Consejo de Estado la transición a la democracia, en Bosch la personificación de la democracia misma y en el Triunvirato la vuelta al poder de la oligarquía en una alianza entre los cívicos y el movimiento familiar de los liquidadores de la vida de Trujillo, pues aunque no era un partido, funcionaba como un fuerte grupo de presión cuya protección solo podía provenir del control del Estado, porque sabían que el trujillismo era un gran peligro con Ramfis vivo en Madrid. El crimen de la hacienda María les enseñó que no estaban seguros, como lo probó el atentado al general Antonio Imbert. Pero el poder en manos de la oligarquía es y será siempre, por fuerza, autoritario o dictatorial, dado el hecho de que al ser una clase minoritaria y sin partido, debe recurrir a la violencia para apoderarse del poder y dado también el hecho de que nuestra forma-Estado creada por Pedro Santana en 1844, sin participación del pueblo, es medularmente clientelista y patrimonialista y no existe, fatalmente, ninguna otra forma de practicar la política que no sea a través del robo de los bienes públicos y su reparto entre los poderosos, sus amigos y familiares (patrimonialismo) y el otorgamiento de las migajas a los sectores más pobres de la sociedad, así como a los bullosos de la pequeña burguesía como una manera de mantenerles fieles y leales al poder oligárquico (clientelismo).

La ideología del patrimonialismo y el clientelismo, unidad dialéctica con dominante del patrimonialismo, no solo en nuestro país, sino en la América Latina, es el blanco del ataque de “Llena el morrito” durante el segundo contexto de 1961-65 y cuyos efectos repercutirán en 1983 en “El funcionario” (letras de Manuel de Jesús y Jaime Shanlatte. Balín, el del extinto grupo Nueva Forma, de Ramón Leonardo y Chico González). Ambos merengues se completan, pero “El funcionario” se acerca más al poema, mientras que “Llena el morrito” está más cerca del ensayo socio-político. Postulo que “Llena el morrito” es la teoría y “El funcionario”, la práctica de esa teoría. En el merengue interpretado por Simó Damirón y Chapuseaux, las metáforas “la vaca nacional” y “la teta” son de fácil decodificación: el país y el presupuesto público, con la salvedad de que los diez millones de dominicanos que figuran en el último censo creen, como los intérpretes, en la existencia de la nación dominicana, esa falacia cuyo significado es el gran negocio de los políticos del patio.

Las alusiones de 1926 al médico Alfonseca, supuesto candidato del partido horacista para 1930, re-enunciadas en 1961-62, remiten a Viriato Fiallo, médico, candidato a las elecciones del 20 de diciembre de 1962 por el partido oligárquico Unión Cívica Nacional; Fulano podría leerse como Juan Bosch; y los independientes de la hora podrían ser la caterva de partidos pequeños que jugaban el papel de bisagra de la UCN y el PRD, mientras que los de la oposición pudieran remitir a los grupos de la izquierda: 1J4, PSP, MPD, MNR, que no apoyaban a nadie y eran abstencionistas.

Aunque no existieron partidos de izquierda durante el horacismo, los que Simó Damirón y Chapuseaux visualizaron al re-enunciar las letras de “Llena el morrito” les parecieron ser clientelistas y patrimonialistas, pues la ideología que los arropaba era la del querer sacrificarse por el bien supremo de la “nación”, pero la sacrificada era “la vaca nacional”.

A pesar del río de lava de la insurrección de 1965, corolario del cataclismo de Horacio y Trujillo, todo quedó peor, como peor quedó el país un siglo antes cuando el terremoto sordo de la Restauración: Báez y Balaguer fueron los sepultureros de ambos acontecimientos históricos, herederos del clientelismo y el patrimonialismo que adornan a nuestra porción de humanidad desde el 27 de febrero de 1844. Para ellos y su clientela pongo a la disposición en YouTube el merengue “Llena el morrito”.

¿No son, por ventura, la ideología y la percepción real de “Llena el morrito” interpretado en 1961-65 por Simó Damirón y Chapuseaux, las mismas para todos los partidos clientelistas y patrimonialistas dominicanos de hoy, incluyendo a los pequeños partidos bisagras e incluso a los de la izquierda que, desde el triunfo de Antonio Guzmán en 1978, se han convertido en becerros de la teta del presupuesto público con Balaguer (1966-1996), con el PLD y sus gobiernos y con Hipólito Mejía (2000-04)? El país es una inmensa piscina donde todos nataguean en busca de la acumulación de riquezas desde el Estado y luchan por sobrevivir a costa de lo que sea y usan las armas que más se adecuen a partirle la parpatana al adversario.

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