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2/8/14 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

CASA DE TEATRO: 40 años de perseverancia, TALENTO Y ÉXITO.

Por MARIANNE DE TOLENTINO
m.detoelentino[@]hoy.com.do


Cada año, en julio, y culminando su ultimo día con un magno fiestón de la amistad, Casa de Teatro celebra un nuevo aniversario, lo que significa un mes de regocijo y de actividades artísticas especiales. Nos parece increíble el hecho de que, todos los años, aparte del denominador común de una formidable programación aniversaria, sucede algo más… que va a dar a la coyuntura una significación real-maravillosa.

Ello no podía faltar ni fallar en el 2014. Había una primera razón fundamental… era una conmemoración histórica: Casa de Teatro alcanza cuarenta años, la edad de la joven madurez, y una permanencia admirable, hasta asombrosa, que mantiene la excelencia de proyectos y realizaciones, que además ha conservado su espíritu, su alegría, su entusiasmo primordiales.

Entre el consenso y la íntima convicción, tenemos la explicación de esa perseverancia radiante, y no nos cansamos de repetirla… Agradecemos a Freddy Ginebra su entrega, sus utopías, sus hazañas, y, cuando hace dos noches, él tomó la palabra, -abrazo abarcador, voz quebradiza, ojos húmedos-, sentimos que él mismo casi no podía controlar su emoción. Los incontables amigos, allí congregados, compartían la evocación de instantes privilegiados, de esos ideales y sueños cumplidos, a pesar de tantos avatares circundantes. Sigue siendo “Casa de Teatro somos todos”, un oasis de felicidad para la creación y el arte, único en su categoría e ininterrumpido al filo de cuatro décadas.

No obstante, los imprescindibles elogios no impiden que su director-gestor-duende confronte desafíos múltiples, como los espacios, los costos, los públicos, los que siempre van en aumento como consecuencias de un éxito descomunal. Afortunadamente, Freddy sabe como ninguno manejar las situaciones más retadoras, y su incomparable popularidad continuará propiciándole salidas airosas… ¡hacia la mega-celebración del medio siglo de la Casa!

Hace 40 años, una exposición. Ahora bien, ha sucedido en esta oportunidad una segunda conmemoración, que confirió al acontecimiento aniversario, una connotación y afinidad extraordinaria. En el 1974, coincidiendo con el año de apertura, el artista magistral –¡hay que decirlo!–, José García Cordero, presentó su primera exposición individual en Casa de Teatro y, en adelante, su compromiso con la plástica estuvo sellado.

No hemos olvidado aquellas telas agresivas de un joven sintiéndose agredido, esos objetos y figuras ligeras en movimiento, esa rebeldía intelectual agazapada en el lienzo, pese a que el autorretrato todavía no se había asomado emblemáticamente.

Desde entonces, él no ha dejado de ascender en técnica, en creatividad, en estilos singulares, sumando neoclasicismo, romanticismo y contemporaneidad. Fue la muestra premonitoria: aquellos pinitos le llevaron a París, a altos estudios de historia, a años de lucha y una rabiosa dedicación a la pintura, ¡pronto reconocida y premiada!

Ese dominicano se ha vuelto una personalidad internacional y un ciudadano del mundo, pero muy apegado al lar natal, a Santiago, Montecristi, Cabarete, Santo Domingo, volviendo varias veces al año a su país, que además no ha dejado de nutrir su inspiración, más aun tema exclusivo e infinito para un vocabulario pictórico inconfundible.

Exclama José: “Se retorna al nido si se aprende a volar”, y fue tanto lo que aprendió en su vuelo migratorio que ahora ha querido recordar… y exponer, en estas paredes seculares, “García Cordero y su doble”, una individual estremecedora en humor y crueldad, ¡donde la muerte ronda para que se preserve la vida! Aparte de su fuerza sin la menor concesión y la contundencia de las obras –que analizaremos en un próximo artículo–, esta manifestación del mejor arte dominicano ha sumado una contribución, plural y compartida. Puede apreciarse como una cálida cooperación de hermanos entre Lyle O’Reitzel, galerista y amigo entrañable, y José García Cordero, el artista agradecido –sí, el sentimiento existe todavía–, que considera Casa de Teatro como “mi motor de arranque”. Pues no se trata solo de una gran exposición más, por provocadora y fascinante que sea.

José García Cordero ha brindado un sustancial apoyo a Casa de Teatro, obsequiándole una edición especial de digigrafías, firmadas de su puño y letra, y de muy limitada tirada: son pequeñas obras maestras de la tecnología, la gráfica… y la pintura, puesto que se hicieron en base a cuadros estelares del artista, de distintas fechas. Una antología y selección mínima de (entre) lo mejor y emblemático del artista, desde el autorretrato mutante de introspección desgarradora, hasta el paisaje barroco de bosque seco y naturaleza agobiada… ¡que sobrevuela José en un avioncito de juguete! Es un deleite encontrar una versión del neuroperro, clamando por la compasión: nos surgió en la memoria, cuando, en el Centro León, habían colocado el cuadro delante de un autorretrato de Yoryi… y, asombrosamente, ¡cuánto se parecían ambos!

Observamos a qué distancia del conformismo José García Cordero ha defendido su expresión e iconografía. Recordamos al respecto lo que decía el poeta Charles Baudelaire: “¡Lo bello es siempre extraño!” (“Le beau est toujours bizarre”), nadie como José nos parece poner en práctica ese aforismo, y lo fue desde los inicios en la muestra del 1974. Luego, hay que señalar un punto importante: la calidad de impresión de la carpeta es exquisita, y así se ofrece a los “fans” del artista, la oportunidad de disfrutar su propia colección, a la vez que respaldan a Casa de Teatro y los valientes afanes de Freddy Ginebra… para con cuatro generaciones.

Ya se puede diseñar una genealogía de la mansión de la cultura, el arte y la amistad.

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