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22/8/14 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Buscando el origen del término “El hijo de Machepa”.


Diferentes versiones y explicaciones lanzan una nebulosa sobre el origen de un término muy utilizado en el país, y que se trata de resolver en este artículo. Dr. Rafael Leónidas Pérez y Pérez

Diario Libre
Muchos lo atribuyen al profesor Juan Bosch político.

Lucy Gómez Marín, en su obra “Dominicanismos”, diccionario para entender al dominicano, con relación a “Hijo de Machepa”, dice que se refiere a una persona de condición económica muy humilde y pobre (Impresora Conadex, Santo Domingo, 2009, p. 88).

En su libro “Duarte y otros temas”, Alcides García Lluberes, expresa respecto a Joaquín Puello: ...”auténtico hombre de arraigo entre los hijos de ‘Ma Chepa, la sucia madre de José Pajarito’, según José Piñeyro en una de sus efemérides de óbitos,“... (Editora del Caribe, Santo Domingo, 1971, p. 271).

Se dice de un personaje llamado José Pajarito en la ciudad de Santo Domingo, ¿quién fue?

Carlos M. Ortega Vergés, en su obra “Aviación Militar Dominicana, Evolución Histórica (1910-2008)”, sobre este personaje indica:
“Según anécdotas de los habitantes de la antigua ciudad de Santo Domingo, el primer hombre que voló por estos lares, aunque realizó un vuelo torpe y corto, fue un sujeto de nombre José Rondón, empleado de la Catedral de Santo Domingo y campanero de la Iglesia Nuestra Señora de las Mercedes. Era un hombre de algunos cincuenta años y cuya vida había pasado desapercibida hasta el día que gracias a un resbalón peligroso ganó popularidad, la cual le acompañó hasta el final de su vida. Este acontecimiento, según cuentan los viejos de la época, ocurrió en los tiempos de la España Boba, diríamos un domingo cualquiera cuando se celebraba una misa en la Iglesia de las Mercedes. Había estado lloviendo ligeramente desde el principio de la tarde.”

Y sigue el autor: “como a Rondón ya los años le habían golpeado bastante, se le hacía difícil subir las escaleras del campanario constantemente sin que se fatigara hasta llegar a lo más alto de la torre, menos aun, cuando tenía que hacer este ejercicio dos o más veces el mismo día, a fin de cumplir con sus obligaciones ya con muy poca fuerza el hombre había amarrado unas cuerdas de la campana de la iglesia para poder halar de ellas desde el segundo puesto, utilizando la ventana contigua donde este se posicionaba, la cual estaba abierta.”

Y continúa Ortega Vergés: “Aquel domingo, la lluvia había empapado y puesto muy resbalosas las sogas con las cuales José quería hacer su trabajo, y cuando quiso halarlas se encontró con que se le resbalaban de las manos, aun habiéndolas agarrado; lo otro era que no estaban bien atezadas para poder mover las guindalezas de la campana. Rondón tomó una decisión y se acercó a la escalera. A causa de la lluvia el hombre tenía un paraguas de su propiedad, tan resistente por su armazón de hierro y tela, así como lo consistente de su bastón, de los paraguas viejos que les decían “Genoveses”.

Y prosigue: “Ese paraguas le representaba a Rondón el fruto de muchas economías, especialmente en aquellas en donde un paraguas era un lujo reservado a los muy pudientes y por eso constituía un motivo de orgullo para él. Con las campanas a su alcance cerca de sus manos y dejando de lado el paraguas, las agarró. Era su deber secarlas una y otra vez para estar seguro en las próximas tocadas de campana, lo hizo hasta donde más pudo. Ese fue su error... se encaramó sobre una de las ventanas de la torre de la iglesia y luego de abrir el paraguas y sostenerlo por el puño del bastón con la mano izquierda para taparse de la lluvia, echó el cuerpo más adelante de lo razonable, tomó con la derecha una de las sogas, resbaló, se le aflojaron las piernas y... he aquí a José Rondón en el aire, asustado, y de las pocas personas que presenciaban la impresionante e incomprensible escena.”

Y sigue refiriendo el autor: “Pero aquí está lo curioso del caso, debido a no desprenderse del paraguas o sea sin soltarlo, quedó en posición vertical y con el instinto que le da Dios a sus cristianos para defenderse, buscó un sostén en el bastón del paraguas, juntando las dos manos, mientras comenzaba a caer, sin ánimo para vocear, auxilio, como no fuera al Altísimo. Atónitas todas las personas que veían aquello sin poder entenderlo, lentamente Rondón siguió bajando. Contrastado con la palidez de su cara hasta se le veía dibujarse al aproximarse al piso de la calle una sonrisa con la cual parecía decir que iba recobrando la confianza.”

Y prosigue: “Continuaba la gente exclamando:

¡Milagro! Exclamó uno de los presentes.

¡Milagro...Milagro! Repitieron otros.

Llegó al suelo parado.

¡Milagro...Milagro! “

Y continúa Ortega Vergés:
“Empujados por la curiosidad o movidos por el sentimiento de ir a socorrerlo, fueron cerca de Rondón, en tanto él, después de haber mantenido el paraguas tan sereno en el aire, se mostraba vacilante sobre sus pies, como quien no se daba cuenta de lo que había hecho. Sin que nadie se diera cuenta, entró en la iglesia, se fue al altar mayor, y con el paraguas todavía abierto, siempre agarrándolo por el bastón con las dos manos, se hincó ante Jesús Sacramentado.”

Y prosigue: “Este hecho, fue el comentario del día entero y de los siguientes en la ciudad de Santo Domingo. ‘José Rondón voló como un pajarito’, decían. Para todo el que vio esto había sido algo sobrenatural. No faltaban personas que teniendo nociones de la existencia del paracaídas, ya para aquella época usado en Europa, se daban cuenta de que era por gracia de una ley natural, con la mano de la Providencia, por supuesto, como había salvado la vida el viejo campanero. Pero en razón de que para todos él había volado, y eso fue lo que se repitió todo el tiempo. Rondón perdió su apellido y después nadie le llamó sino “José Pajarito”.

Y concluye el autor: “Hoy en día, sabemos que no voló y ni siquiera fue el primero en volar entre nosotros, según creían sus contemporáneos, en todo caso el primer ‘Paracaidista’ dominicano, lamentablemente sin penas ni glorias vio pasar su hazaña por no haber influido su voluntad en lo más mínimo para que tan extraño suceso se produjera otra vez (Editora de Revistas, Santo Domingo, 2009, pp. 23, 24 y 25).”

En la República Dominicana y fuera, por los históricos filones de España en sus culturas; se suele a veces apodar Chepa, a quien se nombre Josefa.

Chepita, al diminutivo Josefita.

Pepe o Chepe, también se apoda a José.

Lo más probable es que cuando se dice “Ma Chepa”, se referiría a Mamá Josefa. Y lo más probable es que Josefa Rondón sería el nombre histórico de “Ma Chepa, la sucia madre de José Pajarito”, si se confirmase que este personaje fue en realidad “El hijo de Machepa”.

El genealogista Antonio José Guerra Sánchez, nos señala: “Me inclino por lo último: Mamá Josefa de ahí Mama Chepa y a su vez Machepa. Sin olvidar que la madre adoptiva (quizás biológica) de nuestro prócer Juan Isidro Pérez era “Chepita” por lo de Josefa.”

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