Alicia Estévez : "Tus límites".

Esta obra ofrece un análisis, basado en citas bíblicas, sobre porqué es sano poner límites para dejar claro hasta dónde estás dispuesta o dispuesto a tolerar, colaborar, aguantar y dar. Como ejemplo señala que el primer límite es la piel humana, que es el órgano que establece una frontera entre nosotros y los demás. 

Todo lo que plantea me pareció lógico y, como supongo le pasa a muchos, pensaba en situaciones particulares que he vivido cuando habla de gente que usa el afecto que le tienes para manipularte, que no es capaz de asumir su propia vida y que tiene la mano extendida para recibir pero no para dar. Explica que cuando alguien atraviesa por un momento de crisis, la muerte de un pariente, una enfermedad, un divorcio o un despido, es comprensible que los seres queridos rodeemos a esa persona y la tomemos en brazos, si es necesario, para cargar con ella hasta que se recupere. Pero que si alguien necesita que todos los meses paguemos sus cuentas, que siempre cuidemos a sus hijos, o exige ser escuchada sin prestar su oído para ti, entonces, estamos permitiendo que esa persona transgreda nuestros límites y traiga al terreno que nos corresponde a nosotros sus problemas que pasan a ser de nuestra incumbencia, pese a que no nos corresponden. 

Pues, como ve, el libro estuvo muy bueno hasta que llegó a un punto que me tomó de sorpresa e hizo que su lectura me pareciera... ¡fantástica!. 

Esta parte habla de los límites internos, los que debemos ponernos para no arruinar nuestras vidas por falta de autodisciplina. Los autores citan el ejemplo de una paciente que les habló de una mujer que comía en exceso, hablaba de más, gastaba lo que no tenía y llegaba tarde a todas partes. Se quejó de que esa mujer le estaba arruinando la vida. Cuando le preguntaron de quién se trataba, la paciente les confesó que era ella. 

Como esta “mujer insoportable”, muchos tenemos dentro una falta de autodisciplina, de límites propios, que nos empuja en el sentido contrario de hacia dónde queremos ir. Como diría San Pablo: “No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero”. Entonces, los autores de “Límites” nos dicen que también a ese ser interno, que a veces nos lanza por el precipicio, debemos ponerle límites. ¿Cómo? Buscando ayuda psicológica y de grupos de apoyo con personas con los mismos problemas que los nuestros. También leyendo libros, tomando decisiones y trazando un plan de acción para llegar a convertir nuestras vidas en lo que queremos que sea. Además, debemos apelar siempre a la ayuda de Dios que es quien nos trasforma y, no lo dude, ama los límites. Él planteó, para nuestro bien, el primer límite de la creación: los que hacen el bien están con él y los que hacen el mal con el contrario.

Esa fue su raya.

Así que ponga usted las suyas.