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12/12/10 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Un Ciriaco.


COSAS DE DUENDES
Alicia Estévez - Listín Diario

Jorgito, un personaje muy conocido en esta columna, acostumbra a hojear el periódico cuando lo llevo al colegio. A su lado siempre va su hermana Laura que, por lo general, está presta a corregir cualquier error que él cometa al leer en voz alta. Uno de estos días, Jorgito y Laura iban en silencio.

De repente el niño pregunta: “Mami, ¿qué es un ciriaco?” Le respondí que Ciriaco es un nombre y también puede ser un apellido. Entonces, Laura metió la cabeza entre el periódico y la carita de Jorgito y le corrigió: “No es Ciriaco, ¡bruto!, es sicario”. Jorgito, a quien no es fácil desviar de su objetivo con comentarios críticos, insistió. “¡Ah!, sí. Mami, ¿qué es un sicario?” Me impactó. Le pregunté qué estaba leyendo y me enteré que se trataba de una reseña sobre uno de los muchos crímenes que están ocurriendo en este país a manos de individuos que matan por dinero. Descubrí que resulta difícil explicarle a un niñito de ocho años que hay personas capaces de arrancar vidas por un puñado de billetes. Le ofrecí la definición menos cruda que encontré, pero este muchachito, que me ha preguntado hasta quién fue el que construyó el primer puente peatonal del mundo, entendió la esencia del término . “¿Ellos matan personas que no les han hecho nada?, dijo. Asentí. “Pero la Policía los atrapa, ¿verdad?”, insistió.

Creo que le expliqué que no siempre; ahora no recuerdo bien porque en ese momento ya estaba reflexionando sobre lo que esa conversación significa en nuestra sociedad: es la llegada del horror. Yo nunca le tuve que preguntar eso a mis padres. Durante mi niñez los sicarios eran personajes de ficción.

Recuerdo que la primera vez que escuché hablar de un sicario en el país, fue cuando Carlos Evertz se presentó ante el periodista César Medina y le aseguró que había asesinado personas por encargo. En ese momento su historia me pareció fantasiosa y la seguí considerando así hasta el día en que lo mataron en una rotonda de Santiago mientras esperaba transporte público.

Los supuestos crímenes y denuncias del sicario Evertz se esfumaron con su protagonista, pese a que las autoridades anunciaron una investigación, de la que nunca presentaron los resultados. Pero, ahora, la palabra sicario ha vuelto a los periódicos vinculada a una decena de crímenes cometidos en plena vía pública y a la luz del día. Ellos operan en lugares céntricos, como las avenidas Abraham Lincoln o la Winston Churchill, y también en los barrios. Una persona que hace labor social en el barrio “24 de Abril” presenció hace meses una ejecución. A las once de la mañana un hombre, que tenía cargado un bebé, fue abordado por otro que le quitó el niño de los brazos, lo puso a un lado, y le dio un tiro en la cabeza al que lo traía cargado.

Me enteré de esta historia cuando alguien hablaba de que pasaba por la Winston Churchill el miércoles cuando un desconocido se desmontó de un carro, apartó a un niño que limpiaba el cristal de una camioneta y le disparó en la cabeza al conductor de este vehículo que viajaba junto a su esposa. En ambos casos había pequeños como testigos de los crímenes y eso me recordó a Jorgito, cuyos hijos, tal vez, nunca se equivocarán al pronunciar la palabra sicario porque, y pensarlo me estremece, el término ya será parte de la cotidianidad.

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