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21/10/10 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

¡Hasta pronto, vieja Empera!. "No sabe de dolor quien no ha perdido una madre buena."

Aristófanes Urbáez
“Lo único que no se podrá decir del pueblo dominicano es que sea un pueblo de malagradecidos”.
-Juan Bosch

Don Juan, “mi caudillo”, y todos los que han sido limpios como él, pueden decir lo mismo de este pueblo solitario, solidario, noble,  grandioso y heroico (y esto, pese a un pigmeo de cuerpo y alma que su complejo de inferioridad lo lleva ensañarse con muertos que nunca le hicieron nada, pero que no escapará a que su vida de bastardías sea contada. Ya veremos). ¡Este pueblo se ha echado en sus hombros el drama haitiano! ¡Este pueblo no se olvida de sus héroes y de sus hombres honrados, pese a las diferencias pasajeras! ¡Este pueblo, en su momento, glorificó a sus líderes no ladrones y cuidaban su figura histórica: Balaguer, Peña y Bosch!
A los tres le dio su momento de esplendor y el triunfo de sus ideas, aunque malos discípulos hayan tratado de deformarlas con sus malas. Les dio su pedestal. En decenas de actos cotidianos (incluyendo el plato de comida que se pasa de una ventana a otra), este pueblo demuestra su solidaridad, su caridad y su grandeza. En medio del mundo light, el derrumbe de los valores y la delincuencia que nos arropa, millones de dominicanos trabajan aquí y en el extranjero por revertir esa realidad. Agredido sin pedirlo, es “héroe solitario de su historia”, como le dijo Fidel Castro a su edecán Euclides Gutiérrez Félix. “El alma es un vaso que sólo se llena con la eternidad”, oí o leí en alguna parte. No sabe de dolor quien no ha perdido una madre buena. Don Juan dijo sobre la madre, por Tribuna Democrática en 1970, lo siguiente: “El que tiene más, vale más. Sin embargo, pregúntenles a la madre de un niño pobre si para ella su hijo es menos que lo que es para la madre rica el hijo rico, y verán que no; oirán que le responde que no hay en el mundo nada más importante que su hijo”. A la inversa: sólo un ignorante o necio descarriado, no valora la infinita bondad de la madre buena, abnegada, imprescindible. Cuando esa rosa muere, ahí es que nos damos cuenta que los límites del cosmos quedan cortos para el vacío insondable que nos anega.
Pese a que pretendí -hablo por mí- mantener en la intimidad la muerte de mi santa madre y filósofa china, sus otros hijos se impusieron y me enteré de su muerte a las 5 horas porque alguien me llamó de Listín y me dijo que Ramón se lo había confirmado. La Tierra me aplastó. Pero quiero agradecer la infinita bondad de éste, mi pueblo, donde quiero que me entierren. Fue un aluvión de colegas, de grandes y de chiquitos, de lejanos y de cercanos, centenares de llamadas de la cercanía, de los pueblos y del extranjero. ¡Jamás me imaginé semejante muestra de solidaridad! A todos: a los que supongo buenos y a los que supongo malos, a los que estuvieron y a los que no, por las razones que fueren. Gracias. ¡No hay nada más desolador que la muerte!
2.- No fue como imaginé.-Desde la secundaria me tropecé en un “Manual de Literatura Española”, con el anónimo sevillano del siglo XVII: “Epístola moral a Fabio”, y siempre le recitaba a un niño -debe ser un hombre y lo he vuelto a ver- de los Tavárez Polanco en Villas Agrícolas: “Fabio, las esperanzas cortesanas...”, y por ahí seguía, pero lo que me llamaba la atención por su hondura metafísica era la parte en que decía: “¡Oh, muerte ven callada// con sueles venir en las saetas!”. Así la espero. No sé si mi madre, debido a una sonda, se sentía incómoda y la última vez me enseñó el suero levantando la mano. Parece que le molestaba o se despedía de mí. Tengo un recorte en que Borges le habló, en Argentina, a Federico Henríquez Gratereaux, de los versos de la muerte y la saeta. Hace unos 15 años que me tropecé con un libro de María Esther Vásquez: “Borges, sus días y sus tiempos”, y el gran irónico, el gran burlador, ese enorme fabulador del tiempo, de la vida, de la muerte, de la nada, del infinito, trae un poema, quizá “el último que se compuso en lengua anglosajona antes que ésta se llenara de palabras latinas y se convirtiera en el inglés actual” (dice). Se llama “La sepultura” y me aterró por el recuerdo de mi padre: “Para ti se edificó una casa antes de que nacieras// para ti el polvo fue medido antes de que salieran de tu madre”. Borges cita de memoria: “Esa casa no tiene puertas y adentro está oscuro// y atroz es habitar ahí...// El techo de la casa no es muy alto, // el techo toca el pecho del habitante...// Los caminos son oscuros// nadie vendrá a ver al hombre cuando esté alojado en esta última habitación// nadie irá a preguntarle si esa casa le gusta”. ¿Quién, dime quién, te lo preguntará a ti, mi santa Empera?

La filósofa china va de viaje
Aristófanes Urbáez
“Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene un diámetro de mil millones de años luz, y en su centro, un súper agujero negro de 24 millones de kilómetros cuadrados” (Astrofísica. ¿Dónde estáis, aliens, hermanos míos:?/ ¿De qué estaréis hechos vuestros ovnis?/ ¿Qué tiempos más acecharéis, si ya esto se acaba...”. a.u.).-
Hace unos seis meses que mi filósofa china preferida, nos decía a todos cuando nos distinguía con su visión terrosa: “Yo soy la filósofa china, y soy poeta, e inmediatamente comenzaba a recitar “Emperatriz de la divina gracia”, de los ‘Cantos de Apolo’, de Apolinar Perdomo, el poeta de Neiba, y al final, ella y los presentes prorrumpíamos en risas y aplausos. Se venía consumiendo como vela de esperma, pero nietos, biznietos, sobrinos, hijos y familiares cercados, todos, le pedían una poesía, ¡y luego la algarabía! Eugenia, la que más tiempo lleva cuidándola de las dos señoras que se turnan, siempre me decía: “Ella sabe mucho; ella no se muere ahora”.
Mis lágrimas se resistían a la ausencia, y en medio del ajetreo de esta vida ¡tan dura!, mi pensamiento volaba y se ataviaba de infancia posándose cuando era diligente, dura, siempre memoriosa y con una anécdota a flor de labios de su mundo familiar, sobre todo de su único hermano vivo, Mistregel, y su esposa Danderina (a quien le quitó su primera de entre los brazos y se la quedó: Edda Hortensia Urbáez Matos, mi hermana menor, porque su primera hija Edda, se le murió en Tamayo a los nueve meses de una enfermedad desconocida, ¡pero nunca quiso perderla!).
Sus anécdotas, a veces chispeantes, le producían una risa tal que se dejaba caer sin fuerzas en una cama mecedora con lágrimas en los ojos. Gustaba estar rodeada de familiares y comenzaba sus cuentos y poesías.
Lo primero que ofrecía era la taza de café o un refresco. “¡No te vayas sin tomarte el café!”, y salía a otear si te marchaste. A veces le voceaba: “¡Ya hoy me jarté de beber café, Empera!”. Otras veces me decía: “¡Siéntate, que tú siempre andas de pronto.
No te lleves de la gente que padre vivió haciendo favores y hoy nadie se acuerda de él!”.
Mi hermano mayor, Antonio, rechazaba siempre el ‘chin’ de refresco que repartía a todos de una sola botella de Coca: “¡Empera siempre está de ridícula!”.
Preguntaba por todo mundo y todos los días hablaba del último que se murió y sus salidas eran donde sus hijos o dar un pésame. ¡Ni de juego se le podía invitar a bailar! Con el único que bailó, si lo hizo, fue con su esposo, Pasito, fallecido hace 35 años.
Me di cuenta que la cosa iba más en serio cuando días pasados, con los mareos del “Vértigo de Minier”, me recosté a su lado e hizo un gesto de rechazo diciendo que “las mujeres casadas sólo duermen con sus maridos”, mientras a buena de Eugenia trataba de convencerla diciéndole: “¡Ése es el hijo que tú más quiere, Fano!”, pero ni así accedió. Me marché con la cabeza de jirafa y veía desde arriba mi cuerpo entero.
Mis ojos iba anegados, mientras Wilson me decía: “Líder, tranquilícese, ¡la vida es así!”.
¡Oh, Franklin, Darío…!
Anécdotas, adagios, poesías, correazos, el ‘sacabrasas’ y el código moral victoriano, fueron sus reglas. “Siempre en mi mente”, como dice la balada de Juan Gabriel.
La filósofa china está siempre en mi mente, ya sea con la “Sonatina”, de Darío: “La princesa está triste?//¿Qué tendrá la princesa?”, la “Canción de otoño en primavera”: ‘Juventud, divino tesoro,// ya te vas para no volver// cuando quiero llorar// no lloro// y a veces lloro son querer”, o con sus enseñanzas y refranes.
Desde que regresé a la gran ciudad y me tropecé en la clase de Antonio Lockward con Franklin Mieses Burgos y “Cuando la rosa muere// deja un hueco en el aire //que no lo llena nada”, lo asocié a mi santa madre y jamás he podido desociarlo de ella. Tenemos profusión de poetas y los mejores de Latinoamérica ¡pero Mieses Burgos es lo máximo! ¡Nadie conoció el corazón de Calíope como él! Cuando la filósofa recayó en estos días, Ramón me dijo, riéndose: “Ella está bien; me dijo que quiere morirse por dejar a sus hijos solos”. No lo supo, pero ¡ese día me mató! “Estoy muerto sin ella”, como dice Franklin. Lo juró: no sé adónde irá, pero la acompañaría.
Ella no necesita flores. Sus flores son sus hijos, aunque no son las mejores del rosal, ni las más cultivadas; no necesita pésames, ni llamadas, ni dolientes.
Ella no necesita nada, ni a nadie, porque nunca pretendió ser nada. Animal de galaxia, es un grano de arena que vino de una supernova, y hacia otra irá.
Mi certeza: no morirá porque sus átomos son eternos, como dijo Demócrito. La comedia casi acaba. El telón está llegando al piso. ¡Déjenla en paz!

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