Sobre más películas dominicanas.
DESDE LA ÚLTIMA BUTACA
Luis Beiro
luis.beiro@listindiario.com
En mi columna anterior, señalé las que considero, muy particularmente, las películas dominicanas con menos defectos técnicos para encabezar un punto de partida sobre lo que será algún día la industria nacional (no del mal llamado “entretenimiento” a secas, porque la cultura, si no educa, no entretiene) de cine.
Muchos lectores me han escrito coincidiendo o desestimando mi selección, y algunos me señalan el no destacar valores a la cinta “La hija natural” de Leticia Tonos. Esta directora, evidentemente, tiene una formación profesional que sobresale del montón de empíricos que se han enganchado al cine para “buscársela”. Y en esta, su ópera prima, tiene algunos puntos luminosos que esperamos que en su segunda obra, “Cristo Rey”, los haya multiplicado.
Sin embargo su primera película posee un argumento demasiado ingenuo, de principiante si se quiere, al tratar de resolver problemas de la cotidianidad por la vía sobrenatural. El desequilibro en la dirección de actores es manifiesto. Frente a un impecable Juan Perozo como “Rubí”, el dueño del bar del pueblo, el resto del reparto se tambalea y no porque trabajen mal o bien, sino porque están atados a un argumento oblicuo. Son personajes planos, con secretos pueriles. En su favor hay que apuntar un eficiente trabajo de edición, unos encuadres muy profesionales y una fotografía de primera. Pero la historia en sí, se diluye también por tantas supersticiones tocadas a flor de piel.
Víctor Ramírez, en 2008 hizo una película bastante aceptable, “Espejismo”, cuyo principal defecto fue su no pase en las salas comerciales. Esto la invalida y la minimiza a pesar del interés de su argumento y de algunas virtudes tecnológicas.
Esta cinta fue calificada por Arturo Rodríguez Fernández como una copia de una película asiática. Copia o no, el error de Ramírez consistió en no indicar en sus créditos que se trataba de un remake o una adaptación de la referida película. La historia, transportada a la realidad dominicana, funciona como cine y tiene sus valores.
Ángel Muñiz es el director que más se ha preocupado en exponer en sus películas la idiosincrasia y la identidad nacional. Con independencia de su éxito con “Nueva Yol”, dos de sus más recientes producciones, “Perico Ripiao” y “Ladrones a domicilio” también lo confirman. Pero a diferencia de su ópera prima, estas dos cintas mezclan la popularidad con la chabacanería y la subcultura. “Perico Ripiao” es mucho mejor por su condición de road movie donde los personajes, mientras escapan de sus persecutores, sacan a la luz rasgos de la sicología popular que llevan en su sangre. Los primeros veinte minutos de “Ladrones a domicilio” son antológicos.
Pocas veces el cine nacional ha tocado con tanta eficacia el día a día de un dominicano de la clase media baja, así como su lucha en un medio social donde la corrupción impera. Pero cuando el protagonista Bruno (Manolo Ozuna) acepta el trabajo de guardia de seguridad, el filme cae estrepitosamente, caída que llega a decepcionar a sus espectadores.
La ópera prima de José Enrique Pintor, “La cárcel de La Victoria” mereció un final menos burdo y más cinematográfico.
No es que la película sea algo de otro mundo, pero en su primera hora de metraje se respiró en ella un aire de cine. De las dos “Sanky Panky” advierto argumentos concebidos para provocar hilaridad, sobre todo por la manera en que Pintor supo trabajar en ciertas escenas con el trío Mata, Pascual y Correa (sobre todo los dos primeros), así como la fotografía de Elías Acosta. Nada más.
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