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5/7/12 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Mujeres "vellas". Una campaña anti depilación.

Una periodista británica causa furor con su experimento. Considera que la costumbre es parte de la “cosificación” de la mujer. Grupos de Facebook y de Twitter instan a no hacerlo más.

Muros. Aunque por lo general en tono de broma, se cuestiona la práctica.
Martin De Ambrosio / Gisela Nicosia - Perfil.com
Mientras cada vez más hombres –por gusto, comodidad o placer– deciden depilarse diversas partes de su cuerpo, un número de mujeres en crecimiento han decidido dejar de hacerlo. Y por las mismas razones. No sólo estrellas internacionales como Julia Roberts, y las cantantes Céline Dion, Beyoncé y Geri Halliwell (la colorada de las Spice Girls) sino también mujeres argentinas de distintas edades y extracciones. Algunas esgrimen razones ideológicas y otras, apenas fastidio por algo que ven como impuesto por otros, como una obligación. Incluso hay grupos de Facebook y líneas de conversación (o hashtags) en Twitter como “#odiodepilarme”.
Varias de las argentinas antidepilación aceptaron hablar para esta nota pero, a diferencia de las chicas famosas del Primer Mundo, declinaron la posibilidad de posar con sus vellos en flor. Lo que quizá sea un índice de que esa rebelión al mandato social todavía es incipiente y tiene sus límites. Es que no todas son Frida Kahlo, para quien exhibir sus vellos era igual a la libertad.

Voces. Claudia no se depila desde hace siete años. “Todo empezó por diferentes cuestiones que me replanteé, pero básicamente porque no me interesa ese tipo de mirada de los otros sobre mí. No pertenezco a una organización antidepilación, pero sé que no soy la única. Muchas mujeres optan por no depilarse y muchas se depilan por la presión cultural y social cuando no quieren”. Claudia es activista feminista, pero no se necesita nada para rebelarse.

Jimena Rodríguez –de 26 años y estudiante de diseño– puede pasarse meses sin depilarse y no le importa; en verano sólo se depila para usar la bikini. “Durante el año no me preocupo, mi novio no se da cuenta y yo aprovecho porque me da mucho dolor y es una pérdida de tiempo. Todo empezó porque con mis tiempos de facu y trabajo me dejé de fijar en eso y bueno... comencé a acostumbrarme y me di cuenta que no es tan terrible si tengo un poco crecido.”

Por su parte, Graciela Vázquez, una empleada de 55 años, dice que sufrió mucho. “Había sistemas que lastimaban la piel. Con el paso del tiempo cambié la forma de hacerlo pero siempre fue una tortura, y lo hacía por vergüenza. Hoy evito totalmente depilarme siempre que pueda, mi esposo lo comprende y no le molesta. Si bien la sensación de la piel sin vello es muy linda, también es lindo poder andar libre sin estar tan pendiente de lo estético.”

Campaña. Quien en Gran Bretaña lleva adelante con buenos argumentos y singular repercusión mediática una campaña es la bella periodista Emer O’Toole, de 26 años. Lleva 18 meses así, en lo que llama un “experimento” cuya conclusión es que “no hay nada que temer de volverse peludita”; incluso ante el verano boreal. Luego de ese año y medio está en condiciones de responder las preguntas habituales, con humor. ¿Los hombres te encuentran repulsiva? Al principio mi novio estaba un poco aprensivo, cuenta, pero luego me admiró. ¿Olés peor? No, exactamente igual que antes, “un poco a jabón después de la ducha y un poco como pan dulce cada mañana”. Y otras preguntas, como si la gente se ríe de vos en público, si los chicos huyen cuando te ven o si te prohíben el ingreso a la pileta de natación.

Ya más seria, O’Toole dice que la obligación de depilarse es un producto de la industria de la belleza antes que una necesidad. “Creo que la obligación de no tener vello es fruto de la cosificación y mercantilización del cuerpo de la mujer bajo el capitalismo”, concluyó.

Siglos de cera
El acto de depilar se registró por primera vez en el Antiguo Egipto, hacia el año 1500 a.C. y quedó documentado mediante el famoso papiro de Eber, un texto sobre medicina. El ideal de belleza femenina, encarnado en la mujer del faraón, consistía en un cuerpo despojado por completo de vello, como ejemplo de pulcritud y pureza moral, según explica un estudio de Isis del Cueto, profesora de Historia de la Moda e Historia del Arte.
Unos siglos después, en la Grecia Clásica, donde el cuerpo humano era proporción y armonía, no tardaron en imitar las técnicas depilatorias. Con el correr de los años, se extendió la tendencia; ya para el siglo XX las parisinas y estadounidenses impusieron el uso de las faldas cortas que, al mostrar sus piernas, “obligaron” a depilarlas con más frecuencia.
Para la socióloga del Conicet Mari Sol García Somoza, el caso de la periodista británica O’Toole aparece como una acción concreta que materializaría un reclamo de “liberación femenina”. “Se considera una práctica cultural legitimada socialmente y que simboliza la higiene corporal, la belleza, el cuidado del cuerpo. Pero el reclamo de las que no desean depilarse es la toma del cuerpo como espacio de poder para definir las posiciones sociales entre varones y mujeres dentro de un orden social”. Además, Somoza agrega que “los cuidados del cuerpo también se extienden progresivamente entre los varones, lo que podría incluirlos en esta actividad antes sólo de mujeres”.

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