11/7/12
Post By: Ramón Pastrano, WebMaster
El luto es de todos los días.
El luto es de todos los días.
Editorial Listín Diario
Con más de cien feminicidios y otra elevada cantidad de homicidios causados por la delincuencia o los conflictos intrafamiliares es suficiente para reconocer que este es otro año que se marca luctuoso para la sociedad.
El luto ha llegado a tantos hogares que han visto perder seres queridos, amigos o conocidos, de cualquier edad y condición, por causa de la violencia entre parejas o exparejas, por las refriegas entre autoridades y delincuentes, por ajustes de cuentas en los negocios ilícitos, o por el acto voluntario del suicidio.
Pero el luto alcanza también a toda la sociedad que ha visto cómo se le han ido quebrantando muchas instituciones a partir de una tenue o indulgente aplicación de la justicia contra criminales, violadores de normas o corruptos, o ante la extendida indiferencia, desafío o simplemente rechazo a las leyes que experimenta gran parte de la ciudadanía cuando advierte que el desorden se generaliza y no hay autoridad capaz de frenarlo.
El luto predomina porque ha habido el descalabro de muchos valores y buenas costumbres. En la medida en que estos se diluyen o pierden su preminencia como ejes del comportamiento respetuoso, educado y civilizado, en esa medida la sociedad se sumerge en un brumoso campo donde todo resulta relativo, medalaganario, en donde la vida misma ha perdido valor y sentido para muchos.
Por eso es que todos los días corre la sangre, de culpables e inocentes, en una espiral tan aterradora que a todos nos deja atónitos y paralizados. Pero más que eso, insensibilizados, desorientados e incapaces de retomar el rumbo ya perdido.
Por eso vivimos en el luto. En un luto que ya se hace cotidiano, permanente.
Con más de cien feminicidios y otra elevada cantidad de homicidios causados por la delincuencia o los conflictos intrafamiliares es suficiente para reconocer que este es otro año que se marca luctuoso para la sociedad.
El luto ha llegado a tantos hogares que han visto perder seres queridos, amigos o conocidos, de cualquier edad y condición, por causa de la violencia entre parejas o exparejas, por las refriegas entre autoridades y delincuentes, por ajustes de cuentas en los negocios ilícitos, o por el acto voluntario del suicidio.
Pero el luto alcanza también a toda la sociedad que ha visto cómo se le han ido quebrantando muchas instituciones a partir de una tenue o indulgente aplicación de la justicia contra criminales, violadores de normas o corruptos, o ante la extendida indiferencia, desafío o simplemente rechazo a las leyes que experimenta gran parte de la ciudadanía cuando advierte que el desorden se generaliza y no hay autoridad capaz de frenarlo.
El luto predomina porque ha habido el descalabro de muchos valores y buenas costumbres. En la medida en que estos se diluyen o pierden su preminencia como ejes del comportamiento respetuoso, educado y civilizado, en esa medida la sociedad se sumerge en un brumoso campo donde todo resulta relativo, medalaganario, en donde la vida misma ha perdido valor y sentido para muchos.
Por eso es que todos los días corre la sangre, de culpables e inocentes, en una espiral tan aterradora que a todos nos deja atónitos y paralizados. Pero más que eso, insensibilizados, desorientados e incapaces de retomar el rumbo ya perdido.
Por eso vivimos en el luto. En un luto que ya se hace cotidiano, permanente.
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