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15/3/14 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

Ego.


Freddy Ginebra - Celebrando la vida. - Estilos.

A mis 70 años, y por el camino recorrido, sospecho que soy un hombre público. Por público se entiende aquella persona que trabaja y se expone a los medios de comunicación.

He sido un trabajador incansable, me afano y me involucro en cuanto proyecto llega a mis manos, y si es sin fines de lucro pongo más empeño en hacerlo; es, llamémosle, un defecto de familia. Asunto que por momentos me expone a estar en el medio de una serie de acontecimientos a la vista de todos.

Llevo 40 años dirigiendo y buscando fondos para una vieja casa trampolín de artistas que responde al nombre de Casa de Teatro, 40 AÑOS. Antes estuve en la televisión haciendo todo tipo de programas, pero el más popular por los resultados y la memoria de aquellos que lo vieron fue ‘Dígalo como pueda’. Parece que todo el mundo lo vio cuando era niño, pues desde que me encuentro con alguna persona de ese tiempo, algunos casi de mi edad, me dicen: ‘cuando era niño lo veía’, y contemplando las arrugas de mi interlocutor o interlocutora internamente me digo: ‘o este era viejo desde siempre o sufrió un susto’.

He sido muy intenso y desde muy niño aprendí que tenía dos caminos, uno el de las lágrimas y la tristeza, y otro el de inventar la alegría; desde que asumí la lección entendí que la vida era para celebrarla y me lo tomé muy en serio. Todo este inventario no es para creerme nada y recibir homenajes; de paso, los homenajes me los hago todos los días, mi familia que es un tesoro, un abrazo sincero, cargar a Catalina, ver crecer a mis nietos, la llamada de algún amigo al que quiero, descubrir a Dios en una nube o en el silencio de mi corazón, o la simpleza de caminar sintiendo la ciudad en que vivo y dejando que mi imaginación vuele y mis pensamientos se organicen.

Ayer fui a visitar a un amigo con cargo importante en el gobierno. Al llegar a su edificio el parqueador me estaba esperando.

–¡Don Freddy, qué honor! –me grita. Soy su admirador desde siempre –y se deshizo en toda clase de elogios. Entro al parqueo y el encargado de recibirme, al verme, me dispensó su mejor sonrisa.

–¡Qué alegría tenerlo por aquí, don Freddy, nunca me pierdo sus programas! (le agradezco, pero hace 20 años que no estoy en TV, ¿con quién me habrá confundido?).

Me desmonto y llego al ascensor, el ascensorista me mira y noto admiración en su rostro…

–Si hubiera sabido que usted venía traigo uno de sus libros para que me lo firme.

Y sin esperar más me tomó una foto con su celular para llevarle a su esposa.

Estoy inflado, el ego me desborda, la cara roja de emoción. Llego al escritorio de la secretaria de mi amigo y con la mayor sonrisa, aquella que usaría Juan Luis Guerra en alguna alfombra roja, digo:

–Me están esperando.

La secre me mira con rostro de interrogación.

–¿Su nombre por favor?

–Freddy –carraspeo nervioso, no me ha conocido….

–¿Freddy qué? –siento cierta molestia de su parte por mi información incompleta.

–Gi Ginebra –contesto tartamudeando humildemente.

–¿Con Jota o con Ge? Siéntese y espere su turno.

¡Qué efímera la fama, qué efímera!

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