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12/10/13 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

‘Ponchao’: más embasado por bolas.

DIA DE CINE
Sí podemos decir, para que no se diga que nos ensañamos con la comedia, que anda su temática por rumbos algo diferentes a las ya vistas y despreciables.

Armando Almánzar R. -Listín Diario
Santo Domingo


En este país de nuestras penas y alegrías cualquier muchacho se para en una esquina de su barrio y discute sobre las jugadas del juego de la noche anterior tal y como si fuera el “manager” del equipo de su preferencia.

En este mismo país, ese mismo muchacho verá “Ponchao” y se dará cuenta de los errores y las incongruencias que pululan en esta comedia, demostrando, de manera palpable, saber más sobre beisbol que sus guionistas.

Por ejemplo, que por más que se afeite Manny Pérez nunca va a parecer un joven que se quite unos añitos para firmar con un equipo profesional dominicano, porque de 44 no se puede volver a los veinte.

Por ejemplo, que un equipo profesional no contrata un lanzador para que esté en el banco descansando mientras un tal Fernando (José Guillermo Cortines) es quien lanza todos los juegos, algo que se demuestra cuando, al comenzar uno de esos partidos, el Fernando no llega y solo gracias a ese hecho fortuito es que permiten a Alex lanzar.

Pero hay otros detalles que a lo mejor el muchacho no capta: que Alex está contratado por un equipo profesional, lo cual implica un muy buen sueldo, pero, a pesar de ello, su querida esposa Rosalina sigue viviendo en una choza que se alumbra con una vela.

Tampoco tal vez advierta que, al empezar la historia, vemos a un Alex de unos 10 años y a su madre joven abandonada por el esposo. Ya siendo Alex pitcher, un buen día aparece como por arte de birlibirlo que el padre y le vemos a él y a la madre como dos ancianitos. O sea, que no parece que hayan pasado algo más de quince años, sino tal vez cuarenta, a juzgar por el deteriorado aspecto de sus padres.

Y que la esposa espantosa del propietario del equipo lo mande a buscar con sus dos matones atemorizantes para seducirlo, a lo que Alex, asqueado, se finge “gay” para esquivar el intento del esperpento, para que entonces sus amigos le digan que tiene por fuerza que dejar claro que es “gay” para que ella no le mande a matar por despreciarla, y que entonces el Alex se dedique a dar un show perpetuo de homosexualidad que nunca hemos conocido en ningún personaje de esa naturaleza (a menos que no sea en un show cómico de la TV) de tan exagerado, o sea, que el actor en sus manifestaciones físicas sobreactúa espantosamente.

En términos generales, no encontramos, tal vez por esa misma causa, actuaciones que puedan destacarse. Algo que hemos visto y repetido hasta el cansancio: si los personajes no poseen valor como entes humanos desde el punto de vista sicológico y social, poco puede hacer un actor para lucirse. ¿Dirección? Lo de Josh Clark es tan pedestre como su trabajo en “La soga”, aquel drama con sobreabundancia de cerdos simbólicos.

Sí podemos decir, para que no se diga que nos ensañamos con la comedia, que anda su temática por rumbos algo diferentes a las ya vistas y despreciables. Claro que emplea las figuras conocidas de la TV, pero no como meros muñecos, ahora por lo menos se intenta un diseño de personalidad diferente, una vida más normal para seres como ese Alex, como la Rosalina o sus amigos Gilberto y Boli, pero ser diferentes no implica carga existencial apreciable, sólo que no son lo mismo que los gastados y acostumbrados de siempre.

Por esa razón, seguimos instando a los “creadores” cinematográficos del patio a trabajar más sus guiones.

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