Música y feminicidios.

Algunas historias de feminicidios han tenido este punto de partida: una provocadora letra de alguna bachata o cualquier composición musical que, en el fondo, es despreciativa de la mujer, fue lo que disparó, desencadenó o incitó, el instinto criminal del homicida.

Entre esas historias figura la de un hombre que estaba escuchando, en casa de un amigo, la letra de una canción que refería un desengaño amoroso y aconsejaba golpear con un látigo a la mujer, o matarla. El individuo tomó un arma ajena, salió presuroso del lugar y localizó a la mujer por la cual sentía el despecho. Y la mató.

Alcohol, depresión, deseos de venganza eran los ingredientes que estaban ya dispuestos para que, con el refuerzo de un mensaje musical agresivo, aquel hombre cumpliera su macabro designio.

Pero no sólo es la música con letra ofensiva o provocadora la que puede detonar feminicidios. Ahora se está poniendo de moda, en algunas emisoras radiales y programas televisivos de cherchas, la costumbre de hacer encuestas en vivo para averiguar con los oyentes qué harían en los casos de infidelidad conyugal, sea del hombre o la mujer, y para airear otros temas de sexo y de violencia, o celebrando las ocurrencias y las expresiones en las que los despechados hablan de que hay que matar a la mujer o someterla al yugo machista, si pretende emanciparse o actuar con cierta autonomía e independencia frente al hombre.

Da mucha pena que estas emisoras se estén prestando para fomentar situaciones en las que se desbordan los límites del respeto a la mujer, creando ambientes claramente nocivos y propiciadores de abusos o feminicidios.

Tenemos en el país un repertorio, bastante grande ya, de canciones de bachata o de nuevos ritmos urbanos en los que subyace un permiso para que el hombre use la violencia contra la mujer. Y si bien esto no podría considerarse como un poderoso incentivador, no deja de serlo.

Este estado de cosas obliga a la sociedad a revisar lo que está pasando y a tomar acción para contrarrestar estas tendencias perniciosas.

Lo ideal es que sean los propios medios los que asuman el firme compromiso de depurar los contenidos de sus espacios, para que ni la música que colocan ni las cherchas o relajos y frases despectivas que usan los locutores o los oyentes contra las mujeres, sigan siendo caldo de cultivo para insuflar la epidemia de feminicidios que ha ensangrentado a este país.