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6/9/11 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

La lección de Demóstenes.


Escrito por: Rafael Molina Morillo (rafaelmolina41@yahoo.com)
No pocas veces me ha ocurrido (y estoy seguro de que usted también ha vivido la misma experiencia) que, asistiendo a alguna conferencia o a cualquier otra actividad cultural, o también cuando se oficia una misa en una de las capillas de la funeraria, las personas que se quedan al fondo del salón se ponen a conversar en voz baja, y no tan baja, con lo cual distraen la atención de los demás e impiden la concentración en el tema central del evento.

Quienes así actúan son desconsiderados con el resto del público y sobre todo con el disertante, si se trata de una charla, o con el artista o el cura, si se trata de un recital o un oficio religioso.

Tales muestras de mala educación no son exclusivas de esta época. Siempre ha habido gente así, pero también siempre ha habido quien las sepa poner en su puesto.

En la antigua Grecia, Demóstenes se encontró varias veces con audiencias molestosas cuado él quería hablar de asuntos muy serios. En una de esas ocasiones, para acallar los murmullos y aquietar el auditorio, él hizo esta historia:

“Un joven alquiló un burro para hacer una mudanza. El dueño del burro fue tras él, con la idea de retornar él mismo con el animal cuando terminara la mudanza.

En el camino se detuvieron a descansar, pero hacía mucho sol y la única sombra que había era la que proyectaba el burro.

El dueño se puso tras el burro para aprovechar la sombra, pero el joven alegaba que mientras el burro estuviera alquilado, la sombra le tocaba a quien estaba pagando el alquiler, y en ese punto se armó una gran discusión entre ellos”.

En esa parte del relato Demóstenes dejó de hablar e hizo ademán de retirarse, pero el público presente le pidió que continuara la historia para saber quién, finalmente, se quedó con la sombra del burro.

“¡Qué tonta puede ser la gente que se preocupa por la sombra de un burro y pone tan poca atención a otras materias realmente importantes!”, gritó Demóstenes. A partir de entonces, todo el mundo le prestó la mayor atención.

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