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14/8/11 Post By: Ramón Pastrano, WebMaster

¿Los autos viejos son más seguros que los nuevos?.

¿Cuántas veces hemos oído elogios al espesor y peso del metal usado en los autos de antaño y lamentos sobre lo frágiles que parecen los autos modernos? Pues bien, he aquí una prueba del error de apreciación que eso puede significar.
Foto: IIHS
Los dos vehículos antes del choque: Un Chevrolet Bel Air 1959 y un Chevrolet Malibú 2009.
Leonardo Mellado - guioteca.com
Tengo que admitir una debilidad: siento un especial placer en derribar mitos sobre autos. Por eso es que el surgimiento de pruebas empíricas que ayudan a destruir uno suele hacerme feliz.
El mito aniquilado de manera impactante en esta ocasión es el que dice que los autos antiguos, debido a su “lata” más gruesa, podían proteger mejor a sus ocupantes que los actuales.
Claro, este mito es sistemáticamente desmentido por todos4vvv los ingenieros y expertos, que no se cansan de decir que las estructuras deformables, que disipan la energía cinética de un choque evitando la deformación del habitáculo, más el conveniente reforzamiento de este último, son las verdaderas claves para salvar vidas; y que, por el contrario, una estructura rígida simplemente transfiere las energías del golpe a los ocupantes, agravando sus lesiones.

Foto: IIHS
Así fue el choque controlado que realizó el Insurance Institute for Highway Safety.

Pero no importa cuánto se repita esto, igual aparece alguna voz que insisten en que todo tiempo pasado fue mejor y como mejor argumento se ufana de cómo su Impala del 60 apenas si sufrió algún rasguño mientras que el desafortunado Suzuki con el que chocó quedó todo abollado…
Pues bien, acá está lo que hizo el Insurance Institute for Highway Safety (IIHS), la organización de seguridad de tránsito más importante de Estados Unidos: efectuó una prueba de choque que enfrentó a un Chevrolet Bel Air de 1959 contra un Chevrolet Malibú de 2009. ¡Que elocuente demostración de que el mito es falso!

Foto: IIHS
El resultado es más que claro.

Si bien todo el frontal del Malibú resultó destrozado, el habitáculo de pasajeros, que es lo que hay que proteger, quedó prácticamente intacto. Ninguna parte del motor o de la caja de cambios penetró para afectar al conductor, de modo que los ingenieros del IIHS, basándose en los sensores del maniquí de prueba o dummy, calcularon que el conductor habría sufrido apenas una leve lesión de rodilla.
En cambio, en el auto de finales de los cincuenta el conductor fue aplastado por la violenta pérdida de integridad de la zona delantera del vehículo. Peor, como se observa en el video, el colapso del pilar A (que sostiene el parabrisas) provocó que el techo se desplomara comprimiendo el cráneo del conductor y seguramente haciendo pedazos sus vértebras cervicales.
Y si eso fuera poco, el volante, junto con esa lanza de acero que se llama columna de dirección, se dispara contra el pecho y la cara del conductor, como para terminar rápidamente con su miseria, desintegrando el esternón y atravesando los pulmones. ¿Muy gráfico? Y eso que no me referiré a los posibles efectos de la desaceleración en el cerebro o los daños en la zona abdominal por causa de un cinturón de seguridad de dos puntas. Le dejo eso a los forenses.
De hecho, es posible que el propio dummy haya quedado inutilizable.
En suma, seguramente el Bel Air 59 tenía una lata más gruesa, pero claramente eso no tiene nada que ver con una mayor seguridad. Es una evidencia más que nos lleva a concluir que hoy, incluso en un auto pequeño, pero moderno, las personas se encuentran mucho más seguras que antaño.

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